Quiero comenzar mi andadura en este blog abordando un tema fundamental en la vida de las mujeres, ya que por tradición cultural y social, el rol de cuidadora se le ha asignado a la mujer de forma automática y casi sin poder elegir.
Puede parecer que esta «costumbre» ha desaparecido; sin embargo, no es del todo así; aunque la corresponsabilidad, el trabajo en equipo, está cada vez más normalizado e incorporado ya a los hábitos de funcionamiento y organización doméstica de muchas familias, aún queda mucho camino por recorrer.
Como digo, la tarea de cuidar a otras personas, nos la inculcan a las mujeres casi desde que nacemos, es una labor que vemos realizar a nuestras madres, abuelas, a otras mujeres de la familia, con lo cual, crecemos pensando que es algo natural de nuestra condición como niñas, jóvenes y posteriormente adultas.
La misión de cuidar a otras personas, conlleva mucho desgaste físico y psicológico ya que se están utilizando todos los recursos y herramientas de los que se disponen para llevar a cabo dicha misión.
Aprendemos las tareas del cuidado observando y ayudando a nuestras predecesoras cuando cuidan a hermanos/as más pequeñas/os, a abuelas/os, a familiares que sufren alguna enfermedad. Las vemos como trabajan de forma incansable durante todo el día, realizando varias tareas al mismo tiempo(denominado actualmente como «multitasking»), procurando no perder la calma, manteniendo la sonrisa, la actitud amable y de total disponibilidad, dando la impresión de que pueden con todo, pues así lo han visto hacer, así se lo han enseñado y es lo que han asimilado e introducido en su patrón de pensamientos y de conducta.
La queja, el descanso, el parar para observarse y detectar qué necesitan, buscar ayuda externa, salir a despejarse, socializar, tener ratitos en soledad, etc., no tienen cabida en su repertorio de conductas, puede más el exceso de responsabilidad y el sentimiento de culpa que genera pensar que estás descuidando tus obligaciones, un sentimiento de culpa que pesa mucho y es muy dañino. Llega un momento, en que se olvidan de ellas mismas y su salud (tanto física como mental ya que no se pueden separar), se resiente hasta tal punto que, tras aguantar largos períodos de dolores de diversa índole, dificultad para dormir, cansancio, desgana, apatía, desilusión, deciden acudir a su centro de salud a Medicina Familiar desde donde le suelen recetar antidepresivos, ansiolíticos para conseguir regular su sistema nervioso de forma más o menos rápida, y así, facilitarles en cierta medida, el afrontamiento de nuevo a sus quehaceres diarios.
Esta medida, que es la más utilizada por las mujeres en estas y otras crisis vitales, puede servir de ayuda en un primer momento para reducir la ansiedad, mejorar la higiene del sueño; sin embargo, a medio-largo plazo, los sítomas vuelven y además aumentados pues no se ha atajado el problema de raíz, se ha puesto una «tirita» para curar la herida superficial pero no la interna.
De forma resumida y generalizada pues cada caso es distinto, depende de cada persona y las circunstancias que la rodean, esta es la realidad que viven muchas mujeres; realidad que es silenciada y normalizada por la sociedad y por ellas mismas pues es lo que han aprendido a lo largo de su vida.
Es necesario poner en valor todo el trabajo, sacrificio y tiempo que dedican a una labor, la de cuidadora, que es el sostén y la base de esta sociedad, ya que si no hubiera personas, siendo la inmensa mayoría mujeres, que se dedicaran a atender, no sólo a otras personas que lo necesitan, ya que, cuando hablo de cuidados, me refiero también a las tareas propias del hogar, la estructura social, tal y como la conocemos hoy en día, no podría subsistir, se caería por su propio peso.
¿Quién cuida a la cuidadora?, ojalá la respuesta fuese: ella misma; sin embargo, no es así, ya que no hemos aprendido a autocuidarnos, a atendernos a nosotras mismas. La herida hay que ventilarla, dejarla que cure, que sane por dentro; hablar de lo que nos preocupa, de lo que nos angustia y nos bloquea; no siempre es fácil pues, nos cuesta trabajo pedir ayuda, pensamos que las demás personas están librando sus propias batallas y no queremos añadirles más preocupaciones; en otras ocasiones, al hacerlo no nos hemos sentido escuchadas y comprendidas, incluso hemos percibido que nos están juzgando.
Mariola PsicoFem Online, tiene el objetivo de dar cobertura a esa necesidad de ventilación emocional como recurso y herramienta que puedan utilizar mujeres que se encuentren atravesadas por esta y otras crisis, para prevenir consecuencias más graves.
Dejo aquí el enlace a una guía de Autocuidados publicada por el Instituto Canario de Igualdad titulada «Mala de acostame», estructurada en seis cuadernillos prácticos, tiene el objetivo de concienciar a las mujeres sobre la necesidad de fomentar hábitos de autocuidado como factores de protección ante los contratiempos que podamos encontrar en nuestro camino. Espero sea de vuestro provecho, muchas gracias!.
Estoy de acuerdo con su comentario, hay casos (muy contados) en los que el hijo cuida a sus padres o que el marido ayuda a su mujer/pareja, pero aun así, el trabajo de una mujer es inagotable y exponencialmente mayor que el de cualquiera.
Buenas tardes Antonio, muchas gracias por su comentario. Efectivamente es así tal y cómo usted lo comenta, a día de hoy, la mujer sigue asumiendo por norma general, las tareas de cuidado de menores, personas mayores, dependientes, enfermos, arrastradas principalmente por la tendencia existente en la sociedad a normalizar este papel, incluso, en no pocos casos, a convertirlo en tarea obligada. Gracias de nuevo, un cordial saludo.